martes, 18 de noviembre de 2008

CALI: DESDE LAS TRES CRUCES


Hoy en día cuando el hombre vive en una mediación entre el futuro, la tecnología y el modernismo, versus lo arraigado de su moralismo, su ética y la supervivencia de sus tradiciones; la tarea de descubrirse así mismo se vuelve apoteósica, y es allí donde la ciudad se convierte en un tejido de configuración donde el hombre deja todo control de su existencia a ella.
Los recorridos que el hombre hace por la ciudad son los recorridos que hace por el mismo, de esta forma cuando la descubre a ella se descubre así mismo; entonces, la ciudad se traduce como un sujeto que envuelve al individuo influyendo en la forma en la que asume su existencia y la identidad de su sociedad.
Así pues cuando se piensa en Cali, y se le asume como una ciudad que se caracteriza por la belleza de sus mujeres, lo alegre y acogedora de su gente, el sol de las mañanas, el calor del día, la brisa de la tarde y el frescor de sus noches, por la rumba y su feria… rabo y oreja. También se piensa en el Caleño, como un individuo en la que confluyen todas las características alegres, rumberas y folclóricas de la ciudad.
De esta forma si cada estructura de la ciudad y cada comportamiento de ella, hace también parte de la estructura y comportamiento del hombre, haciendo de él producto de la ciudad, y esta cuidad esta inundada con una carga religiosa fuerte en su estructura y arquitectura, esto debe tener cierta influencia en la existencia del hombre y su identidad. Más aun, si toda la simbología religiosa en la que esta envuelta la cuidad, yace en tradición judeo cristiana, que a través de la historia hemos vista envuelta en un ambiente intolerante y fanático. Por lo anterior se puede postular que la identidad caleña se fundamenta en aspectos éticos y morales, influencia de la simbología católica.


“Los que de veras buscan a Dios, dentro de los santuarios, se ahogan.” (Proverbio árabe)

Los caleños creemos en muchas cosas, en el milagroso de Buga, en cristo rey y nos encanta que en nuestro periódico Monseñor Sarasti nos explique el evangelio junto a una columna de una enseñanza para la vida del que aun le decimos "padre Gallo".
Los caleños nos vanagloriamos de la "empresa Caleña", LA 14, CARVAJAL, MAC, y los ingenios; somos una sociedad de apellidos y buenas costumbres, de familias de tradición que venidas a menos, ahora pagan sus cuentas con dineros que cosechan de árboles, pero árboles que nadie parece conocer.
Somos una sociedad de habladores y de apariencias, las grandes familias tapan hijos drogadictos y problemáticos, no faltando a misa ni un solo domingo, como si así expiaran sus pecados.
Los caleños somos un pueblo sacudido por secuestros y violencia, una sociedad que calla la verdad de una adolecía terriblemente problemática, de pandilleros que se juntan en "bonches" armados de navajas.
La sociedad caleña , estalla ante cualquier problema moral, se escandaliza por un embarazo en un colegio bien, y no por la pobreza de los niños de los semáforos, nos enfurecen los limpiavidrios que atacan nuestros carros, pero no nos enfurece las penurias que ellos sufren y que los llevan a estar ahí. No toleramos lo diferente, todos somos cortaditos con la misma tijera, y a lo diferente lo separamos y lo etiquetamos. Existe una doble mora, pues en apariencia, los caleños juzgan situaciones de la vida cotidiana como el aborto y la drogadicción como indecentes o que atentan contra la dignidad humana pero, en la intimidad de las familias y de los colegios “bien” se esconden problemas como la drogadicción, el pandillerismo y el alcoholismo, haciendo obras de caridad y yendo a misa los domingos.
Cuantas veces no creemos que la fe, una fe profunda que nos haga seres espirituales, nos hará mejores personas, hará de nuestras sociedades, unas comunidades más sanas y por consiguiente a nuestras ciudades centros de paz y armonía. Pero qué pasa cuando esa fe lo que esa es permitirnos comprar con paliativos la salvación y redimir así nuestros pecados.


Es que muchas veces Cali, puede ser la cuidad del pecado, una cuidad en donde muchas aplican aquel adagio popular de “el que reza y peca empata” Una ética ambivalente: la idea de “el que peca y reza empata” una ética ambivalente que justifica comportamientos contradictorios. Cali, es ambivalente en su estructura y en su gente, pues al lado de cada una de las ciento de discotecas que hay en la ciudad hay una iglesia. Y los caleños, después de una noche de sábado de pura rumba y buenos y excesivos tragos. En Granada, el domingo después del guayabo, se van a limpiar los pecados en la misita de 6 en la iglesia del Berchmans y, si lograron madrugar, tienen todavía ánimo para liberar toxinas y purificar el alma con una súbita al cerro de las tres cruces.
En nuestra ciudad, hay alrededor de 168 iglesias, todas bien indexadas en el directorio. En cambio allí sólo se hallan tres bibliotecas públicas pues parece que es más fácil recurrir a un padre que a un libro.

En adición es importante tener en cuenta que la intolerancia de los caleños: su violencia hacia los otros subyace en una lógica fundamentalista que implicada en los orígenes de la religión católica, pues la comprensión de la religión, desde sus principios, esta directamente relacionada con compresión de la misma construcción del hombre. Somos del país del sagrado de corazón de Jesús, habitamos el departamento del señor de los milagros (milagroso de Buga) y vivimos en la ciudad de las tres cruces y cristo rey. Somos una sociedad marcada por la religiosidad católica y fanáticamente atados a la simbología de nuestra fe. En Cali la religión que más se profesa es el catolicismo, seguida por el cristianismo y el judaísmo, las tres religiones que yacen y se fundan en el simbolismo de fe. Éstas religiones basan sus creencias en murallas de piedra, en edificios de cemento y oro, que lo sólo bloquean sus mentes en vez de dejarlos fluir espiritualmente; los encajan, los reprimen, los cierran a una sola verdad. A través de la historia símbolos míticos como el Santo Grial, el Muro de los Lamentos o la mezquita de Al-Askari, los han hecho crear a su alrededor una atmósfera radical que los lleva a matar, y es así como creer de esta forma en una religión, se puede convertir en una decisión peligrosa en vez de ser un purificador de almas.
Aparte de nacer bajo un mismo cielo, las tres religiones de Jerusalén, son “religiones de libro” y han peleado por hacer prevalecer los mensajes de una sobre las demás. Y digo “religiones de libro”, porque los judíos tienen la Torah, los católicos la Biblia y los musulmanes el Corán todos libros fundacionales, en los que las tres “han conferido a ese libro un carácter eterno y conservan en él unos preceptos y una fe”[1]. Al parecer todo un libro representa su fe, su guía y su razón de ser.
Si la tradición histórica nos ha mostrado lo anterior en los católicos es de esperarse que los caleños en cierta forma sean también una raza de rasgos violentos e intolerantes.


En conclusión, cuando vemos una ciudad en la que al voltear por cada esquina se encuentra una Iglesia, cuando al mirar las montañas referenciamos tres cruces, y como benefactor se tiene anclado en un cerro como vigía de la cuidad un Cristo, nos encontramos en Cali, una ciudad que fluctúa entre el rezo y la rumba, permitiendo que la identidad de su pueblo sucumba ante la influencia eclesiástica y lo imponente de las imágenes que los guardan desde sus cerros tutelares, dejándose descubrir desde las tres cruces.
Ahora bien, no es posible negar que el catolicismo promueva las ideas de la paz, la armonía. la caridad con los otros y la compasión, características que al ser introducidas en el estilo de vida y la forma de ser de cada Caleño-Católico, ayudan a la construcción de una sociedad más tolerante y consecuente ética y moralmente.
Además no podemos esconder el hecho que la identidad del caleño también está influenciada por otros aspectos sociales como el narcotráfico y la búsqueda artificial de la belleza y culturales como la rumba y la feria. Lo anterior sin desconocer a la religión como clave en la construcción de cultura y civilización, y en una cuidad como Santiago de Cali, que se muestre desde el vigía de la cuidad, el señor de los milagros, la religión es clave también en la construcción de cuidad y por consiguiente de la identidad del caleño.


BIBLIOGRAFIA

Auster, Paul. La cuidad de Cristal

OSPINA, William. La cruz y la media luna. En : OSPINA, William. La herida en la piel de la diosa. Bogotá: Aguilar, 2003, pg. 13-17

Abracadabra Septiembre 28 de 2008, Juan Jose Saavedra

EDGAR VASQUEZ BENITEZ. HISTORIA DEL DESARROLLO URBANO DE CALI. UNIVERSIDAD DEL VALLE. CALI, COLOMBIA, 1982. PP 31-32

GIL, Juliana. La fe, una moneda de dos caras; Violencia y fanatismo religioso en las religiones de occidente y oriente medio. Gimnasio La colina. Santiago de Cali. 2007


[1] OSPINA, William. La cruz y la media luna, En: La herida bajo la piel de la Diosa. Bogotá; Aaguilar 2003. p 13-17

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